"Si ya no puede ir peor/ haz un último esfuerzo /
espera que sople el viento a favor”
Mi padre lucha contra un
cáncer hace un par de años. Y las noticias de hoy no fueron buenas.
Los momentos de tristeza como
llegan también se van, pero te van llenando de pequeñas cicatrices en tus
arrugas, en tu tonode voz, en tu mirada menos brillante, incluso en tus
sonrisas.
Me aferro a algunas cosas
que él dijo hace seis meses (cuando le habían dado cuatro de vida): que había
que encarar esto con dignidad, sin ocultar los sentimientos y con fuerza. No me
gusta ocupar la palabra esperanza porque tiene para mí, probablemente por una
fobia particular sin tratar, similitudes religiosas que rechazo –aunque menos
que la palabra fé, eso sí-. Sin embargo,
si no me falla la memoria, el término viene del latín y se relaciona con
“esperar”. Al fin de cuentas, pareciera que todo comienza con una “dulce
espera” y termina con “esperanzas” no tan dulces.
Lamentablemente se que mi
padre y yo somos un poco impacientes, por eso tenemos una relación algo
conflictiva con la esperanza, por lo
menos teóricamente. Porque si alguien analizara su vida y tal vez la mía,
podría llegar a la conclusión que hemos sido pacientes y esperanzados en momentos
que objetivamente no tendríamos por donde… Nos habría podido calzar, incluso,
el término improbable en un ateo y un agnóstico, de hombres de fé…
Tampoco voy a a hacer
símiles deportivos facilistas, garra charrúa mediante: como que el partido no
está terminado y que “vamo’a arriba!”, como si el rival no fuera nada menos que
un jodida enfermedad. Aunque sepamos que todo es posible porque sabemos que
también todo puede no ser posible. Mi padre mejor que nadie sabe que el ser
humano se adapta y se aferra a cada segundo de luz que hay en momentos de
oscuridad. Pero a veces eso no alcanza.
No he encontrado hora con
mi sicóloga, así que busco que me sostengan mis canciones preferidas, mis
amigos y mis amores. Voy a tener que
dejarme querer un poco más. Y voy a tener que aferrarme a esos momentos vividos
con mi padre, a nuestro amor, a nuestra relación como familia. Y a que
biológicamente su cuerpo resista. Y a que los tratamientos sean oportunos y,
apenas, tan solo, eficaces en el control de la enfermedad para que le ayuden a
prolongar una buena calidad de vida el mayor tiempo posible.
Es curioso como uno ajusta
sus expectativas: incluso uno ya no llega a desear la cura total, la remisión
del mal: sino tener un control de daños a la vista, alcanzable y manejable.
Finalmente uno vive en una sociedad así: sin poder controlar el mal
absolutamente, sobreviviendo al control de los daños directos y colaterales lo
mejor que puede.
Esperando que sople el
viento a favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario