martes, 28 de mayo de 2013

DAÑOS COLATERALES


"Si ya  no puede ir peor/ haz un último esfuerzo / espera que sople el viento a favor”

Mi padre lucha contra un cáncer hace un par de años. Y las noticias de hoy no fueron buenas.

Los momentos de tristeza como llegan también se van, pero te van llenando de pequeñas cicatrices en tus arrugas, en tu tonode voz, en tu mirada menos brillante, incluso en tus sonrisas.

Me aferro a algunas cosas que él dijo hace seis meses (cuando le habían dado cuatro de vida): que había que encarar esto con dignidad, sin ocultar los sentimientos y con fuerza. No me gusta ocupar la palabra esperanza porque tiene para mí, probablemente por una fobia particular sin tratar, similitudes religiosas que rechazo –aunque menos que la palabra fé, eso sí-.  Sin embargo, si no me falla la memoria, el término viene del latín y se relaciona con “esperar”. Al fin de cuentas, pareciera que todo comienza con una “dulce espera” y termina con “esperanzas” no tan dulces.

Lamentablemente se que mi padre y yo somos un poco impacientes, por eso tenemos una relación algo conflictiva con la esperanza, por lo menos teóricamente. Porque si alguien analizara su vida y tal vez la mía, podría llegar a la conclusión que hemos sido pacientes y esperanzados en momentos que objetivamente no tendríamos por donde… Nos habría podido calzar, incluso, el término improbable en un ateo y un agnóstico, de hombres de fé…

Tampoco voy a a hacer símiles deportivos facilistas, garra charrúa mediante: como que el partido no está terminado y que “vamo’a arriba!”, como si el rival no fuera nada menos que un jodida enfermedad. Aunque sepamos que todo es posible porque sabemos que también todo puede no ser posible. Mi padre mejor que nadie sabe que el ser humano se adapta y se aferra a cada segundo de luz que hay en momentos de oscuridad. Pero a veces eso no alcanza.

No he encontrado hora con mi sicóloga, así que busco que me sostengan mis canciones preferidas, mis amigos y  mis amores. Voy a tener que dejarme querer un poco más. Y voy a tener que aferrarme a esos momentos vividos con mi padre, a nuestro amor, a nuestra relación como familia. Y a que biológicamente su cuerpo resista. Y a que los tratamientos sean oportunos y, apenas, tan solo, eficaces en el control de la enfermedad para que le ayuden a prolongar una buena calidad de vida el mayor tiempo posible.

Es curioso como uno ajusta sus expectativas: incluso uno ya no llega a desear la cura total, la remisión del mal: sino tener un control de daños a la vista, alcanzable y manejable. Finalmente uno vive en una sociedad así: sin poder controlar el mal absolutamente, sobreviviendo al control de los daños directos y colaterales lo mejor que puede.

Esperando que sople el viento a favor.

 

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