miércoles, 14 de agosto de 2013

EL NUCLEO DE LA FELICIDAD


Uno trabaja todo el año para conseguir un objetivo que al alcanzarlo lo catalogará de éxito.

Uno vive toda una vida tratando de cometer la menor cantidad de errores posibles: no cruzar con la luz roja, no beber en exceso, no exponerse a los rayos del sol, no fumar tres cajas de cigarrillos al día. Y sin embargo, de un día para otro te aparece un cáncer y aunque hayas sido el mejor peatón, la muerte te atropella en medio de la cebra y con la luz verde a tu favor y no puedes hacer rewind.

Hace un tiempo inventamos con unos amigos un proyecto que desde mañana reunirá y probablemente hará felices a más de 40.000 personas: Festigame.

Hace un tiempo mi padre lucha contra una enfermedad que aparece y desaparece en los momentos más inesperados.

En menos de 24 horas comenzará Festigame, llevado a adelante con un genial equipo, con mucha gente colaborando de una manera profesional sin igual y con un éxito total.

Hace menos de 24 horas mi padre acaba de ingresar de urgencia en una clínica con vista al Mediterráneo, esperando respuestas que no sé si los médicos sabrán.

Es el mismo tiempo y no el mismo espacio en donde la tristeza y la incertidumbre se funden con la certeza breve del éxito y la felicidad. Salvando las distancias, y sin ningún ánimo de comparación, me acordé del técnico Manuel Pellegrini,  cuando el año pasado dirigió al Málaga en su pasaje a la seminfinal de la Champions,  habiéndose enterado unas horas antes de la muerte de su madre. Allí estaban, sin decirle nada a sus hombres, siguiendo estoico el desempeño de su equipo al borde del campo de juego, gritando los goles con una tristeza profunda en sus ojos. ¿Cómo lo hizo? No lo sé. Por suerte para nosotros por ahora mi padre sigue vivo, de buen ánimo y luchando. Al borde, pero luchando.

Mi padre, por cierto, intuyo firmemente o quiero creerlo, no hubiera querido que yo dejara todo por salir a sentarme al lado de su cama a esperar. Sin embargo, yo cambiaría gran parte de este éxito por el alivio de su enfermedad.  Las 40.000 entradas completas de Festigame, para empezar.

Mi padre, un radical, me diría que no actuase como tal. Y que esta es otra “guerrita” que vamos a ganar. Pero yo sé que salvo en los videojuegos donde te mueres y vuelves a vivir al recargarlo, algún día llegará el game over total.  Y yo sé que el show y la vida deben y deberán continuar. No sé si estoy de acuerdo, pero es lo que me dicta el sentido común de supervivencia que me ha traído, malherido pero de pie, hasta acá.

Es más, aunque me cueste aferrarme a este sensación, sé que en el corazón de la tristeza habita el núcleo más puro, diminuto y fugaz de la felicidad. Solo que en estos momentos me cuesta darme cuenta donde está.